30 marzo 2011

Testimonio vocacional


Hoy os presentamos a Luis Miguel Muñoz, otro de los jesuitas que serán ordenados diáconos el próximo 9 de Abril. Os dejamos con su testimonio.

¿Quién eres?

Soy Luis Miguel Muñoz, un hombre de 42 años. Mis padres son Ana y Miguel, de San Sebastián y Madrid. Yo mismo nací en Madrid, pero a los 8 años mi familia se trasladó a un pueblo de la costa de Barcelona, con una preciosa playa, Castelldefels; así que soy catalán de adopción. Soy curioso, tirando a tímido, me encanta la Naturaleza... A los 18 años empecé una ingeniería en la universidad, que dejé a medias. Tenía preguntas para las que los números no tenían una especial respuesta. Luego empecé a trabajar, y al mismo tiempo terminé Pedagogía, ahora sí contento al haberme encontrado con preguntas y algunas respuestas sobre el hombre y la sociedad. Después de unos cuantos años de buscar aquí y allá, y de experimentar poco a poco la influencia de Dios y de la práctica espiritual en mi vida, decidí que esto era lo más importante para mí, y que podría valer la pena dedicarme a fondo.

¿Por qué jesuita?

La Compañía de Jesús fue mi primer contacto serio con el Cristianismo. Desde el principio me sentí atraído por su discurso sobre Dios, el hombre y la sociedad, lleno de sentido. Encontré una imagen de Dios creíble, elaborada a la escucha de las ciencias humanas, de las demás religiones y sabidurías, del clamor de los oprimidos. Un Dios sencillo, cercano, sanador y liberador.Y la práctica de la espiritualidad ignaciana me aclaraba interiormente, según la promesa del método de San Ignacio: “Ejercicios Espirituales para vencer a sí mismo y ordenar su vida, sin dejarse determinar por afección alguna que desordenada sea...”
Además, los jesuitas que conocí parecían buena gente y bastante normales...
 
¿Qué supone para ti ser ordenado diácono?

Pues para mí supone un paso más en mi vocación de buscar a Dios y de hacer lo posible por mejorar un poquito la parte de mundo que me toca, siguiendo a Jesús. También es la decisión de estar dispuesto a tener un papel más activo en la comunidad eclesial, en el servicio y la transmisión de la fe. Constituye un poco el símbolo de ir cerrando un período intenso de años de experiencias, de formación y de crecimiento, para pasar a otra fase en donde se ha de empezar devolver, a poner en plena circulación los "talentos" recibidos. A pesar de los miedos, ahora ya puedo decir con una cierta confianza que me considero con fuerzas para "seguir construyendo la casa".

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