¿Y a quién le cuento todo esto? Quizá lo mejor sea dejarlo pasar y no darle más vueltas. Además, hablarlo con alguien es otorgarle carta de ciudadanía y prefiero, por ahora, dejarlo así. Supongo que buscar orientación sería empezar a reconocer la posibilidad de que es cierto, que todo esto no es una invención mía.
El verdadero discernimiento cristiano es, por lo general, un discernimiento "acompañado". Hay otra persona que, con más o menos frecuencia o intensidad, me ayuda a discernir (¡no discierne ni toma decisiones por mí!). Hace eco de lo que yo voy diciendo, me objetiva, me hace caer en la cuenta de los procesos que voy viviendo. Ese acompañante es "mediación" y presencia de la comunidad eclesial que se hace presente a mi discernimiento. Porque así como nuestra fe brota en el seno de una comunidad cristiana, necesita de esa comunidad para madurar.
Un discernimiento auténtico tiene siempre en cuenta las repercusiones de lo que se decide en la comunidad eclesial. "Pablo insistió bastante en otro aspecto: para dar por bueno el dictamen de la conciencia en una opción, no basta acumular razones objetivas; hay que tener en cuenta la repercusión que va a tener en la actual comunidad de cada uno la decisión que él toma"'. Quizá no sea éste el punto determinante en una elección: habrá ocasiones en que la voluntad de Dios nos pida una "ruptura", un gesto de disensión y/o divergencia: pero habrá que tenerlo en cuenta, calibrarlo y sopesarlo.
En otro orden de cosas, un buen discernimiento toma en cuenta todos los datos posibles, porque en todos ellos puede haber llamadas de Dios o elementos de contradicción. No sólo los datos internos, los procesos interiores o las repercusiones interiores de fenómenos externos; también los mismos acontecimientos exteriores, los mismos datos de la vida y de la realidad, analizados y percibidos lo mejor posible. El discernimiento va más allá de los análisis de realidad, pero no los ignora ni elimina. Detrás de los hechos, los acontecimientos, las historias concretas de la vida, hay datos muchas veces decisivos para nuestro discernimiento.
No olvidemos que el deseo de Dios es un deseo sobre el mundo y para el mundo, que la "voluntad" de Dios es, como nos recuerda San Ignacio en una preciosa página de los Ejercicios (nº 101-109), voluntad salvadora que nace de una mirada atenta sobre la complejidad del mundo. "Al desembarcar vio Jesús una gran multitud, se conmovió y se puso a curar a los enfermos" (Mateo 14,14): es la mirada al mundo la que "activa" a Jesús. No puede ser cristiano, propio de un seguidor de Jesús, un discernimiento ciego sobre la realidad del mundo, ensimismado, que ignora a aquellos que son los protagonistas y destinatarios del proyecto y del deseo de Dios: los hombres y mujeres de este mundo y, de modo especial, los que sufren.
Creo que se colige de todo lo dicho hasta ahora, pero por si no ha quedado claro insisto una última vez: el discernimiento se sitúa en clima y contexto de relación personal, de amor de y para Dios, de amor con nuestros prójimos. "Es más relación personal que reflexión raciona", no es "un ejercicio 'mental' sino un camino existencia". Es, por tanto, no una llamada para una serie de cristianos de élite o selectos, sino una exigencia para todos aquellos y aquellas que quieran ser de verdad cristianos, seguidores de Jesús y cooperadores del proyecto de Dios, en un mundo tan complejo como el nuestro.
Situado "evangélicamente" el tema de la voluntad de Dios, analizado el significado y el proceso del "discernimiento" que nos asocia de hecho a esa voluntad, nos queda una cuestión: ¿cómo se hace eso en la práctica?, ¿cómo un cristiano de a pie, con la formación normal, las preocupaciones abundantes y el tiempo escaso puede vivir todo esto? A ello vamos...
Un discernimiento auténtico tiene siempre en cuenta las repercusiones de lo que se decide en la comunidad eclesial. "Pablo insistió bastante en otro aspecto: para dar por bueno el dictamen de la conciencia en una opción, no basta acumular razones objetivas; hay que tener en cuenta la repercusión que va a tener en la actual comunidad de cada uno la decisión que él toma"'. Quizá no sea éste el punto determinante en una elección: habrá ocasiones en que la voluntad de Dios nos pida una "ruptura", un gesto de disensión y/o divergencia: pero habrá que tenerlo en cuenta, calibrarlo y sopesarlo.
En otro orden de cosas, un buen discernimiento toma en cuenta todos los datos posibles, porque en todos ellos puede haber llamadas de Dios o elementos de contradicción. No sólo los datos internos, los procesos interiores o las repercusiones interiores de fenómenos externos; también los mismos acontecimientos exteriores, los mismos datos de la vida y de la realidad, analizados y percibidos lo mejor posible. El discernimiento va más allá de los análisis de realidad, pero no los ignora ni elimina. Detrás de los hechos, los acontecimientos, las historias concretas de la vida, hay datos muchas veces decisivos para nuestro discernimiento.
No olvidemos que el deseo de Dios es un deseo sobre el mundo y para el mundo, que la "voluntad" de Dios es, como nos recuerda San Ignacio en una preciosa página de los Ejercicios (nº 101-109), voluntad salvadora que nace de una mirada atenta sobre la complejidad del mundo. "Al desembarcar vio Jesús una gran multitud, se conmovió y se puso a curar a los enfermos" (Mateo 14,14): es la mirada al mundo la que "activa" a Jesús. No puede ser cristiano, propio de un seguidor de Jesús, un discernimiento ciego sobre la realidad del mundo, ensimismado, que ignora a aquellos que son los protagonistas y destinatarios del proyecto y del deseo de Dios: los hombres y mujeres de este mundo y, de modo especial, los que sufren.
Creo que se colige de todo lo dicho hasta ahora, pero por si no ha quedado claro insisto una última vez: el discernimiento se sitúa en clima y contexto de relación personal, de amor de y para Dios, de amor con nuestros prójimos. "Es más relación personal que reflexión raciona", no es "un ejercicio 'mental' sino un camino existencia". Es, por tanto, no una llamada para una serie de cristianos de élite o selectos, sino una exigencia para todos aquellos y aquellas que quieran ser de verdad cristianos, seguidores de Jesús y cooperadores del proyecto de Dios, en un mundo tan complejo como el nuestro.
Situado "evangélicamente" el tema de la voluntad de Dios, analizado el significado y el proceso del "discernimiento" que nos asocia de hecho a esa voluntad, nos queda una cuestión: ¿cómo se hace eso en la práctica?, ¿cómo un cristiano de a pie, con la formación normal, las preocupaciones abundantes y el tiempo escaso puede vivir todo esto? A ello vamos...
Darío Mollá, sj
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