07 mayo 2010

el "examen" ignaciano

BUSCA UN TIEMPO PARA TI Y PARA EL SEÑOR.- Ejercítate, pues, en orar cada día sobre tu vida. Haz para ello una pausa de paz en el tiempo. No es un esfuerzo de introspección, quizás morbosa, sino de reconocimiento del Señor. Búscate un tiempo propicio y, para empezar, reaviva tu fe en la presencia del Señor aquí y ahora y en ti. Presencia no es la mera cercanía física, indiferente y sin relación personal. El que está en todas partes, existe y está en ti y contigo y para ti, aquí y ahora. Hazte tú también presente, así, ante el Señor.

PIDE ILUMINACIÓN.- Pídele al Espíritu su luz para saber verle en la opacidad de tu vivir ordinario, en las experiencias germinales de vida y en las de desgarro y muerte; en las de consolación y en las de desolación. No te quedes miope sin ver la mano y el corazón de Dios en lo que ha sido tu vida de hoy, aun en lo aparentemente insignificante. Recorre y mira despacio, contempla con perspectiva y objetividad, sin juicios ni rechazo, “cómo te ha ido hoy”, lo que ha pasado y te pasa. Fíjate en las personas que se han cruzado contigo, las circunstancias que han tejido tu jornada, lo que has hecho, lo que has sentido, vivencias, reacciones, actitudes interiores, llamadas del Señor, … No trates de abarcarlo todo cada vez, sólo lo que emerja en tu consciencia, lo que te destaca o, quizás, lo que ha marcado tu hoy

AGRADECE.- Descubre, en ese hoy que has vivido, el amor del Señor por ti. Dale gracias de lo que has recibido de El. Tu vivir ha sido pura gracia. Todo te ha sido dado gratis, todo para tu bien. (Rom 8, 28-38); incluso del mal ha cosechado bien para ti y para el mundo. Y en lo que te ha dado, se te da Él mismo. Concreta tu gratitud por las personas o acontecimientos que han sido cauces de su amor, mediaciones de su gratuidad; también en las pequeñas cosas que ya miras como naturales o debidas y son, sin embargo, detalles de Alguien que no te olvida y te acompaña, milagros a los que te has acostumbrado. No agradecer es no aceptar ser amado. La mayor parte de toda oración ha de ser de admiración y agradecimiento, porque todo es gracia, don de Dios.

PON TU OÍDO, SIENTE CON EL CORAZÓN.- Y escucha al Señor. En todo lo que ha configurado tu vida de hoy resuenan, si sabes escuchar, en tu interior, en tu más profundo centro, palabras dirigidas personalmente a ti. “La unción que de El habéis recibido permanece en vosotros y no necesitáis que nadie os enseñe” (1 Juan 3, 27). Palabras sin ruido que guiarán tu vida y tu misión en el mundo. Palabras del Señor que identificarás como del Señor y no tuyas, por la paz, claridad, fuerza y amor, que te desbordan hacia los demás, aumentan tu caridad, tu esperanza y tu fe; con una mirada nueva sobre todo y sobre todos. Te sorprenderás, si eres fiel a esta escucha diaria, que te sugieren lo que quizás no intuías o tal vez rehuías. Aunque no veas el horizonte total, darás al menos con lucidez el paso de hoy, disponible a nuevas llamadas. Irás aprendiendo a discernir lo que el Señor quiere de ti.

EFECTOS INMEDIATOS: Desde esa experiencia del amor de Dios por ti, y sólo desde ella, constatada en tu circunstancia de hoy, mírate a ti mismo; o mejor, contrasta con la ternura del Señor contigo, tu amor y tu desamor con El. Así podrás pedir perdón desde el corazón agradecido al Amor que es nuestro Dios, que no quiebra la caña cascada, ni apaga el pabilo vacilante.

EFECTOS SECUNDARIOS: Poco a poco vivirás así, cada vez más, con Dios tu vida entera. Te encontraras con Él en cualquier parte o circunstancia. Y él será tu referencia permanente para tus decisiones diarias. “No temas, Yo estoy contigo”(Jer 1,8 ).

No hay comentarios :

Publicar un comentario