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“Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir. Me forzaste, me violaste. La palabra del Señor se me volvió escarnio y burla constante. Me dije: No me acordaré de Él, no hablaré más en su nombre. Pero lo sentía dentro como fuego ardiente encerrado en los huesos. Hacia esfuerzos por contenerla pero no podía”
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