08 noviembre 2009

Carta de san Francisco de Borja (2)

Mucho me he distraído y, por ende, divagado, pues lo que os decía lo llevo muy dentro en mis entrañas y no me lo puedo callar. Pues volviendo a lo que os contaba sobre lo que Nuestro Señor hizo en mí, recomienzo por la llamada y vocación a la Compañía de Jesús que sería algo desconcertante para el mundo. “Pues habiendo merecido por mis pecados tantas veces el infierno, quiso el Señor guardarme hasta que abriese los ojos de mi alma para ver lo que Él ha hecho por mí yo contra Él. Y así deteniéndome , desde que falleció la Duquesa, después de haberlo considerado cuatro años y habiendo hecho sobre ello muchas oraciones a Nuestro Señor, creciendo cada día en deseos, ha sido servido de mover a estos siervos suyos de la Compañía de Jesús que me admitiesen en su orden, en la cual deseo servir y morir…y he podido efectuarlo cuando cumplí con la obligación que el padre debe a sus hijos” Y así fue que 11 de mayo de 1551,en Oñate, renuncié a todos mis títulos en mi hijo Carlos, recibí las órdenes sagradas, y dejé de ser el Duque de Gandía y Marqués de LLombai y ya fui sólo el P. Francisco, con gran contentamiento de mi ánima y me entregué a los ministerios propios de nuestra Compañía.
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Con el tiempo, el 21 de julio de 1565, día que he llamado siempre “día de mi cruz”, me eligieron General de la Compañía. “Pero, pues al Señor ha placido, razón es que plazca al siervo y que muera en la cruz, pues en ella murió su Señor”.” El Señor me dio grandes deseos de emplear una buena parte de la Compañía en esas partes del mundo tan lejanas como abandonadas, pues el fin de la Compañía es el ir a ayudar a las gentes que tiene más peligro. Esta es la causa por la que van los nuestros prontamente por el mundo. Nos conviene ayudara muchos para ayudar en lo que podamos en los trabajos de la Santa Iglesia”. También me dio luz el Señor para que fundase muchos colegios, pues para reformar al pueblo no hay nada mejor.
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Acabo estas letras exhortándoos a “pedir amar sin medida, participando del Amor infinito de Dios”, porque esto es la Vida verdadera, y no las codicias y egoísmos que enseña el mundo.
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Francisco

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