Ha ya quinientos años que vi la luz en la ciudad de Gandía y, pues me pedís que os escriba las gracias y misericordias de Nuestro Señor conmigo, lo haré por agradecérselas una vez más y por si puede hacer algún bien a vuestras ánimas, conociéndolas.
Y lo primero sea, como cifra de todo, deciros que la gracia mayor fue para mí, que siendo Grande de España, Virrey de Cataluña, Duque de Gandía, y muy sobrado de bienes temporales, Nuestro Señor no me dejó arrastrar por el mundo y sus vanidades y me dio gracia para experimentar su amor tan sin medida y la fuerza de entregarme del todo a Él. Pues confiriendo en mi corazón este amor me avergonzaba de mí mismo: “¿Quién es Dios y quién soy yo? Él abatido, yo honrado; Él muerto en cruz por mí, yo vivo; Él con llagas y yo sin ellas; murió por mí, y no soy capaz de entregarme a Él”. Por eso “a Cristo le pedía que escribiese su nombre en mi corazón, para ser todo de Jesús y que sea mi vida en Cristo”.
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“Quiero vivir a Él, para Él y en Él”.”Y el día que Dios me pidió el corazón, se lo deseé entregar tan enteramente que ninguna criatura lo pudiese turbar” y eso por agradecimiento al que nos da todo lo que somos. Lástima me dan y mucha compasión y quisiera gritarles a los que tienen a Dios como si fuese una ley, que juzga y castiga y no da fuerzas para cumplirla, y por es le sirven como esclavos por miedo. Y eso es a causa de que no saben que Dios es Amor y les lleva, a veces, al apartamiento de Dios, cuando muy en lo contrario, Nuestro Señor es Vida verdadera y felicidad muy cumplida y su carga ligera, pues que Él se ha uncido a nuestro yugo y comparte con nosotros la misma carga. Jamás nos castigará: nos castigamos nosotros cuando nos separamos nosotros de Él y le perdemos. Está llamando a nuestra puerta, puesto que quiere siempre nuestro bien.
“Plazca al Señor os de entender a todos, con acción de gracias, que gran cosa es que le llame a uno para servirse de él , sin tener necesidad alguna de él , poniéndolo en los negocios en que se puso Él, y encomendó a su sacratísimo Hijo”. Tened por muy cierto que todo cristiano está llamado al mismo ser y hacer de Nuestro Señor y en todo amar y servir a todos, y muy por delante a los que nadie ama. Mi padre, el duque Juan, ya me decía que “antes había que faltar dinero en palacio que a los pobres”, pues que son vicarios de Cristo en este mundo y el que da y se da al pobre, presta a Dios.
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