07 julio 2009

Una felicidad por añadidura

Que todos buscamos ser felices, es evidente. No es necesario insistir, ya lo hacen bastante los múltiples y diarios reclamos que nos ofrecen los secretos de tan anhelados deseos.
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Y tan metidos como estamos en este logro por la felicidad, nos imaginamos que el Evangelio lo que nos propone es justamente eso, ser felices. No diré que no, pero pondré un matiz... fundamental pero matiz al fin y al cabo.
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Y el matiz está en el "cómo". La cuestión no está en ser felices sino en cómo llegar a serlo. Porque caminos hay muchos y, evidentemente, no todos válidos. El mismo Evangelio no sólo pone en cuestión y en crisis alguno de esos caminos de entonces y de ahora sino que también propone alternativas a recorrer.
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Una primera pista tiene que ver con las coordenadas de orientación: la felicidad no se logra desde arriba sino desde abajo. Parece que estar arriba, ponerse por encima son lugares de felicidad fracasada. Y esto o te lo explican o lo aprendes por ti mismo. El camino no es hacia arriba sino hacia abajo. Son las paradojas del Evangelio: el que quiera ser el primero que sea el último, el que quiera ganar que pierda...
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Siempre he pensado que el relato del Lavatorio de los pies nos estaba diciendo mucho más que nos tenemos que poner al servicio de los demás. Si sólo nos estuviera diciendo esto, el Evangelio no pasaría de ser una ética de nobles valores. Pero creo que nos está diciendo más: lo cristiano no es servir, lo cristiano es servir pero hacerlo desde abajo. Y da la casualidad que el Señor está ahí abajo y desde ahí percibe la realidad de un modo completamente distinto.
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Pues ser jesuita es un camino según el Evangelio para ir abajo. Normalmente cuando los jesuitas hablamos de nuestra vocación, hablamos de las cosas que hacemos y no es que esté mal, pero nuestra vocación no es lo que hacemos. Lo diré con palabras de san Ignacio: "nuestra vocación es camino para ir a Dios".
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Ahora podríamos espiritualizar estas palabras de san Ignacio todo lo que queramos... pero leo el Evangelio y escucho que en Jesús se revela este Dios que está abajo, en los últimos puestos. ¿Acaso, entoces, ser jesuita no es emprender ese camino hacia Dios todos los días de tu vida y coger la ruta que va hacia abajo?

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