San Alberto Hurtado, jesuita chileno, dejó escritos numerosos documentos. A lo largo de los próximos días ofreceremos un artículo dirigido a los jóvenes sobre elegir carrera.
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"Estas líneas están escritas pensando en ustedes, queridos jóvenes, a quienes he aprendido a conocer, a estimar y a amar, …pensando en ustedes que mantienen el espíritu libre y que desean hacen el bien, el mayor bien posible, no importando donde, sino donde Dios quiera, …en ustedes que aman sinceramente al prójimo y están decididos a entregarse por ellos para hacer más hermosa, más útil, más alegre su vida y la de ustedes, …en ustedes que aman y están entusiasmados por Cristo.
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Elige bien
La elección de carrera es el más importante problema que tiene que abordar un joven. Con razón se afirma que todo el porvenir de un hombre depende de dos o tres sí y de dos o tres no que da un joven entre los quince y veinte años.
La mayoría de los jóvenes, por desgracia, no enfocan seriamente este problema, o al menos no lo toman desde el punto de vista cristiano. Muchos se deciden a ser ingenieros o médicos, porque les gusta más, o porque estas carreras dan más dinero. Escogen leyes o comercio porque son más fáciles o les dejan más tiempo. Siguen las carreras industriales porque se ven menos concurridas todavía y tienen más porvenir económico. Del mismo modo después se casarán porque sí, porque les gusta, porque tienen ganas. El gusto, las ganas, el porvenir económico, son de ordinario los factores decisivos. Pero, ¿hay acaso otros elementos que tomar en consideración?, se preguntarán sorprendidos los que hayan tomado este libro en sus manos. Sí. Hay otro punto de vista fundamental para un cristiano: la voluntad de Dios sobre mí.
Los padres de familia y los amigos rara vez ofrecen una verdadera ayuda, pues ellos tampoco eligieron de otra manera. Sus consejos insistirán de ordinario en los mismos aspectos en que se habían fijado ya los jóvenes: interés económico, porvenir, brillo, posibilidades en la vida social de su ambiente. Y así se va formando un criterio que prescinde con toda naturalidad de Dios.
¡Señor! ¿Qué quieres que haga?
Esta pregunta que hizo Saulo a Cristo, es la interrogante que habría de estar también en la mente de quien pretende resolver como cristiano el camino de su vida.
Somos Hijos de Dios por la gracia, hijos muy amados, de cuya suerte se preocupa en forma especialísima. Una muestra de este interés particular de Dios por el hombre, es que no se contenta con señalarle un camino general en la vida, sino que invita a cada hombre en particular a realizar una misión propia. Para que cada uno de nosotros pueda cumplir este cometido, nos dota de cualidades necesarias, nos pone en un ambiente apropiado y nos hace conocer en forma clara -si queremos oír su voz- la confirmación precisa de su voluntad sobre nosotros. El gran momento de la gracia viene cuando me doy cuenta que Cristo se detiene frente a mí, frente a mí solo, pone sus manos sobre mi cabeza, fija sus ojos en mí y su mano me llama a mí en particular.
Conocer este llamamiento especial que Dios me dirige a mí en particular, ha de ser mi gran preocupación de toda la vida, sobre todo en aquellos momentos más decisivos, como es el de la elección de carrera.
La vida de un cristiano es un gran viaje que termina en el cielo. Nuestra más ardiente aspiración debe ser realizar ese itinerario, y no exponernos por nada del mundo a perder la estación de término que nos ha de llevar a la vista y el amor de Dios nuestro Padre. La estación de término es la misma para cada cristiano, pero el camino para llegar es diferente según los designios divinos.
Nuestra vida, decíamos, es un viaje al cielo. ¿Cuál es el camino que Dios quiere que tome yo para llegar allí? Si en una estación hay una multitud de trenes listos para ponerse en movimiento, ¿cuál quiere Dios que sea mi tren? ¿Cuál me lleva más rápido, más seguramente a una posesión más total del fin de mi vida?
En el viaje de la vida muchos van en un tren que no es el propio: el tren de los descontentos; todos protestan, todos se quejan de todo. Muchos se quejan, ¡porque entraron no en el tren que debían, sino en el que les dio la gana! Y no hay peor consejero que las ganas para elegir camino en la vida.
De los males que podemos encontrar en la vida, uno de los más graves y de mayor trascendencia es el de no resolvernos a mirar con serenidad y valentía cuál sea nuestro propio camino en la vida.
¡Joven! Lo que más ardientemente te deseo es que puedas en cada momento decir: estoy donde Dios quiere, hago su voluntad; en Él confío plenamente.
La elección de carrera es el más importante problema que tiene que abordar un joven. Con razón se afirma que todo el porvenir de un hombre depende de dos o tres sí y de dos o tres no que da un joven entre los quince y veinte años.
La mayoría de los jóvenes, por desgracia, no enfocan seriamente este problema, o al menos no lo toman desde el punto de vista cristiano. Muchos se deciden a ser ingenieros o médicos, porque les gusta más, o porque estas carreras dan más dinero. Escogen leyes o comercio porque son más fáciles o les dejan más tiempo. Siguen las carreras industriales porque se ven menos concurridas todavía y tienen más porvenir económico. Del mismo modo después se casarán porque sí, porque les gusta, porque tienen ganas. El gusto, las ganas, el porvenir económico, son de ordinario los factores decisivos. Pero, ¿hay acaso otros elementos que tomar en consideración?, se preguntarán sorprendidos los que hayan tomado este libro en sus manos. Sí. Hay otro punto de vista fundamental para un cristiano: la voluntad de Dios sobre mí.
Los padres de familia y los amigos rara vez ofrecen una verdadera ayuda, pues ellos tampoco eligieron de otra manera. Sus consejos insistirán de ordinario en los mismos aspectos en que se habían fijado ya los jóvenes: interés económico, porvenir, brillo, posibilidades en la vida social de su ambiente. Y así se va formando un criterio que prescinde con toda naturalidad de Dios.
¡Señor! ¿Qué quieres que haga?
Esta pregunta que hizo Saulo a Cristo, es la interrogante que habría de estar también en la mente de quien pretende resolver como cristiano el camino de su vida.
Somos Hijos de Dios por la gracia, hijos muy amados, de cuya suerte se preocupa en forma especialísima. Una muestra de este interés particular de Dios por el hombre, es que no se contenta con señalarle un camino general en la vida, sino que invita a cada hombre en particular a realizar una misión propia. Para que cada uno de nosotros pueda cumplir este cometido, nos dota de cualidades necesarias, nos pone en un ambiente apropiado y nos hace conocer en forma clara -si queremos oír su voz- la confirmación precisa de su voluntad sobre nosotros. El gran momento de la gracia viene cuando me doy cuenta que Cristo se detiene frente a mí, frente a mí solo, pone sus manos sobre mi cabeza, fija sus ojos en mí y su mano me llama a mí en particular.
Conocer este llamamiento especial que Dios me dirige a mí en particular, ha de ser mi gran preocupación de toda la vida, sobre todo en aquellos momentos más decisivos, como es el de la elección de carrera.
La vida de un cristiano es un gran viaje que termina en el cielo. Nuestra más ardiente aspiración debe ser realizar ese itinerario, y no exponernos por nada del mundo a perder la estación de término que nos ha de llevar a la vista y el amor de Dios nuestro Padre. La estación de término es la misma para cada cristiano, pero el camino para llegar es diferente según los designios divinos.
Nuestra vida, decíamos, es un viaje al cielo. ¿Cuál es el camino que Dios quiere que tome yo para llegar allí? Si en una estación hay una multitud de trenes listos para ponerse en movimiento, ¿cuál quiere Dios que sea mi tren? ¿Cuál me lleva más rápido, más seguramente a una posesión más total del fin de mi vida?
En el viaje de la vida muchos van en un tren que no es el propio: el tren de los descontentos; todos protestan, todos se quejan de todo. Muchos se quejan, ¡porque entraron no en el tren que debían, sino en el que les dio la gana! Y no hay peor consejero que las ganas para elegir camino en la vida.
De los males que podemos encontrar en la vida, uno de los más graves y de mayor trascendencia es el de no resolvernos a mirar con serenidad y valentía cuál sea nuestro propio camino en la vida.
¡Joven! Lo que más ardientemente te deseo es que puedas en cada momento decir: estoy donde Dios quiere, hago su voluntad; en Él confío plenamente.
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