16 abril 2009

Carta de Cardenal Martini a un joven (2)

Quizá te asustes ante estos ideales tan exigentes de totalidad. Quizá no llegas a comprender toda la profundidad de algunas de las palabras que te escribo. Por eso quiero trazarte algunos pasos de ese camino en el que podrás realizar el sentido de lo que, aquí y ahora, te escribo sencilla y fraternalmente.
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1. El primer paso es el de empezar a mirar a todas las personas con las que te encuentres y los acontecimientos con OJOS NUEVOS, no pensando sólo en qué necesidad tendrán, o si son simpáticos o antipáticos. Con demasiada frecuencia etiquetamos a las personas que vemos cada día; nos pasa a todos; a mí también.
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Somos perezosos y nos conformamos con la etiqueta del primer prejuicio que tuvimos; luego, sólo esperamos confirmarlo, en vez de cambiarlo. Peor todavía, al encontrarnos con alguien, pensamos enseguida: qué cosas podré sacarle, según aquel instinto egoísta, con frecuencia inconsciente, de disfrute de los otros que se desencadena en nuestro corazón. He aquí el por qué te pido ojos nuevos: para superar la superficialidad y la codicia y mirar con atención los interrogantes y esperanzas ocultas de aquellos con los que nos encontramos y ver en profundidad las necesidades y motivos que mueven los hilos de la historia.
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2. El segundo paso es el de hacer fructificar más ampliamente los recursos de tu fe. Comprométete cada día a un rato de oración o meditación. Sabes que Dios nos ha hablado en Jesús y que esta Palabra viviente está custodiada por la comunidad cristiana. Prueba a confrontarte con frecuencia con esta PALABRA, prueba cada día a tomar unos fragmentos de la Palabra de Dios y a sumergirla en tus comportamientos cotidianos; te darás cuenta de cuántas sacudidas y de cuántas crisis será fuente esta operación que te acabo de sugerir.
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3. El tercer paso es el de adquirir alguna de las grandes actitudes de acogida a los otros con humildad, con maleabilidad y con responsabilidad creativa: el saludo; el diálogo y la acogida incondicional de la persona tal cual es; también la atención a las más pequeñas necesidades; el perdón recíproco que. seguramente, con muchos defectos, verás practicado en tu familia y en la comunidad cristiana.
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continuará

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