26 diciembre 2008

El Nombre de Jesús

Dime, Jesús, tu nombre verdadero para que yo te alcance de una vez y para siempre: has de ser Tú el que me lo digas. No he de buscarte, tú me buscas, tú el que siempre estás viniendo. No estás lejos, más tú en mí que yo mismo, y me has hecho uno contigo. Tú tan grande y tan conmigo, tan Dios y tan humano. Yo ante ti, todo admiración y pasmo y, a la vez, tan en casa y en familia.
pp
seguir leyendo
pp
Tú, mi alegría, mi ansia sin descanso, mi llaga más íntima;
mi destino inevitable y deseado, mi meta y fundamento;
mi premio, la parte de mi herencia; la vida por quien vivo y mi camino, mi fe y mi confianza;
mi fuerza, mi roca, mi refugio y mi defensa; mi verdad también,
la clave de mi historia; mi oficio y mi tarea, mi norma única y mi ley,

el aire que respiro; la referencia única de lo que soy y hago;
la luz en que mis ojos ven el mundo y su grandeza;
el corazón con el que amo el mundo y su miseria;
la esperanza por la que lucho para el mundo y mis hermanos.
Dime, por fin, tu nombre deseado;
porque repito mil nombres y nunca es del todo el tuyo.

Tú, Pastor, Cristo, que me llamas por mi nombre
y conduces mi vida, a veces, desnortada;
Cordero que, entregándose, de mi no-ser me libera
Tú, Pan que me nutre de eternidad,
semilla de mi futuro, Reino en mí ya comenzado;
Fuego que, por dentro, me arde,
me exalta y me hiere tiernamente;
mi único Señor, Salvador de mí mismo,
Maestro, Amigo,
Hijo del Padre que me adopta en su familia;
imagen de Dios en quien me miro;
Primogénito de todo cuanto existe
y mi mejor Hermano;
el Sí que Dios me dice nada ambiguo;
su Testigo fiel,
Hijo del hombre, de mi raza, carpintero;
Mendigo que, tenaz, llama a mi puerta,
kénosis de Dios, y abajamiento,
y a su mesa me convida;
Enmanuel, Dios conmigo y mi Vecino;
mi Altar, mi ofrenda y sacrificio, mi templo,
mi Pontífice, Mediador que mi pequeñez levanta hasta el Altísimo;
Verbo, Palabra de Dios, eternamente formulada,
que en dialecto humano me habla;
mi Abogado, mi libertador, el perdón de mi malicia ;
hijo de María; víctima malherida, tantas veces gusano despreciado;
vencedor de mi muerte, mi resurrección, mi paz de cada día.

Dime tu nombre verdadero, ser de mi ser,
dímelo Tú, pues que hace falta a los que penan, y a los vencidos,
a los solos, a los que no pueden ya más ni ven salida,
a los agobiados de soportar la carga de vivir,

a los oprimidos por los que sobre ellos medran,
a los que, distraídos u orgullosos,
que ni siquiera saben que te necesitan
y se están muriendo de sí mismos;
a los que se mueren de ganas y buscan y no saben qué;
a los que sienten la muerte en el corazón mismo de la vida
y piden prodigios, demostraciones, sin aceptar ser amados ;
a los que te arrinconan, pieza de museo, o ilustre personaje histórico;
a los que te reducen a una idea.

Dinos, Jesús, tu nombre, quién eres, y que nos cambie
y nos haga el mundo en paz y vívidero, porque solos no podemos.
O hazme a mí mismo, si Tú quieres, tu nombre, repetido, vivo;
tu imagen, tu presencia aquí y ahora en ti y contigo.

1 comentario :

  1. ¿Quién es el autor del texto? Es maravilloso y lo envie a los amigos.

    ResponderEliminar