
Hoy comenzamos con este pequeño testimonio sobre el Padre Jaime Garralda
Estuve en la cárcel y vinisteis a visitarme…
El horizonte pastoral del Padre Jaime Garralda se fue abriendo poco a poco. Comenzó a la vuelta de unos años de trabajo por Latinoamérica, cuando salió en busca de los pobres que vivían en un barrio mísero de Madrid. Allí, en una chabola, convivió durante treinta años con drogadictos. Allí descubrió que había otros en peor situación: los encarcelados. Sirviendo a los presos cayó en la cuenta de que muchos eran víctimas de la droga: y se fue con ellos. El horizonte continuaba abriéndose y a su luz aparecieron los enfermos de SIDA: y el Padre Garralda se fue con ellos. Pero ex prisioneros y enfermos de SIDA salieron otra vez a su encuentro porque no tenían un techo donde cobijarse: y el Padre Garralda se fue con ellos en busca de una casa. El techo sólo no bastaba a los inmigrantes que no tenían “papeles”. Garralda se unió a ellos en busca de papeles…
No se puede partir del Evangelio con creer en un amor universal: amar a todos pero sobretodo a los más pequeños, a los pobres, a los marginados como Jesús hizo en su vida terrena.
Esta es la misión de este Jesuita que ha encontrado en la cárcel, en los suburbios de las grandes urbes, un apostolado para acercar el Amor de Dios a los más débiles, a aquellos que la sociedad margina, que no tiene en cuenta.
Extracto del artículo “Horizontes abiertos” publicado en el Anuario 2009 jesuitas.
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