Estás llamado a vivir centrado en Jesús, quien vivió un
amor de exclusividad al Padre y de profunda universalidad a los hombres y
mujeres de todos los tiempos, y a ser feliz no sólo por tu realización
personal, sino porque la encuentras precisamente en darte a todos por igual. Es
ir contracorriente en este mundo que te invita a vivir centrado en ti mismo.
Estás llamado a tener como única riqueza a Jesús y su
invitación a perder tu vida por el Reino. Perderla a favor de los que más
necesitan, perderla por el que por las estructuras de poder hoy es empobrecido,
perderla por dar amor y recibirlo gratuitamente. Es ir contracorriente en este
mundo que te invita al consumismo.
Estás llamado a hacer del Proyecto del Padre tu propio
proyecto de vida, acoger su verdad y ser libre. Adentrarte en el proyecto del
Reino, de sus exigencias y sus gozos, de sus luchas y de sus grandes alegrías y
no desear otra cosa que hacer la voluntad de Dios en ti y en tus hermanos. Ser
fiel a la historia que te habla y compromete hoy, ser fiel a la voz y a los
gritos de tus hermanos que te hablan hoy, ser fiel a tu corazón en el que
habita Dios. Es ir contracorriente en este mundo que te invita a buscar el
poder, a hacer lo que a ti “se te antoja”.
Estás llamado a vivir en comunidad de hermanos, a
construir la fraternidad y el bien común, en donde el centro sea Jesús y lo
suyo. Es ir contracorriente en este mundo que te invita a ir a la tuya.
Estás llamado a asumir una misión con el carisma de una
congregación o instituto, ese carisma que pone el “sello” particular y que
sostiene toda obra reconociendo su origen en Dios y como respuesta concreta
ante una necesidad en el tiempo.
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