21 junio 2013

San Luis Gonzaga



Luis era un joven lombardo del siglo XVI que nació en el seno de una familia noble con gran tradición militar. Tanto es así que el joven Luis pasó gran parte de su juventud en la corte real española. A pesar de crecer entre el lujo y los excesos que rodeaban a los nobles de la época, Luis siempre mantuvo una fuerte disciplina y una constancia en la oración. Y, a los 18 años, a pesar de las reticencias de su padre, entró en el noviciado de la Compañía de Jesús.

Durante sus años de estudiante jesuita se desató una epidemia de fiebre en Roma. Luis se volcó con los enfermos: iba de puerta en puerta con un zurrón, mendigando víveres para los enfermos, cuidando de los moribundos, limpiando las llagas, haciendo las camas, entregándose de lleno hasta el punto de que acabó por contraer la enfermedad. Logró recuperarse pero su salud quedó debilitada y acabó falleciendo a los 23 años de edad.

Algunos biógrafos nos pintan una vida del santo algo delicada que no corresponde a la realidad. Quizás, ante un mundo que tiene una imagen distorsionada de lo que significa ser hombre, algunos no comprenden como un joven varonil pueda ser santo. Y lo cierto es que se es verdaderamente hombre a la medida que se es santo. Sin duda a Luis le atraían las aventuras militares de las tropas entre las que vivió sus primeros años y la gloria que se le ofrecía en su familia, pero ya desde muy joven comprendió que había un ideal más grande y que requería más valor y virtud. Pronto este ideal cobró nombre y apellido: Jesús de Nazaret, y desde ese momento entendió que su vida se había transformado en Vida para otros. Qué lejos nos queda la vida de Luis, ¡pero qué cerca nos queda la ilusión que la movió!

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