Partir es, ante todo, salir de uno mismo. Romper la coraza del
egoísmo que intenta aprisionarnos en nuestro propio yo. Partir es dejar
de dar vueltas alrededor de uno mismo. Como si ese fuera el centro del
mundo y de la vida.
Partir es no dejarse encerrar en el círculo de los problemas del
pequeño mundo al que pertenecemos. Cualquiera que sea su importancia, la
humanidad es más grande. Y es a ella a quien debemos servir.
Partir no es devorar kilómetros, atravesar los mares o alcanzar
velocidades supersónicas. Es ante todo abrirse a los otros,
descubrirnos, ir a su encuentro. Abrirse a otras ideas, incluso a las
que se oponen a las nuestras. Es tener el aire de un buen caminante.
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