“Respondiendo a una invitación personal del Papa
Francisco, a las 5.30 de la tarde he estado en la Casa de Santa Marta, donde
han vivido los cardenales que asistían al cónclave. Él mismo Papa estaba a la
puerta y me recibió con el abrazo con que nos solemos saludar los jesuitas. A
petición suya nos hicimos algunas fotografías, y ante mis disculpas porque no
me ajustaba al protocolo, insistió en que le tratara como a cualquier otro
jesuita, llamándole de tú, de modo que no tuve que estar pendiente de darle el
tratamiento de Santidad o Santo Padre.
Le ofrecí todos los recursos de que dispone la Compañía,
ya que, en su nueva situación, va a verse necesitado de personas, grupos de
consejo y reflexión, etc. Se mostró agradecido por mi ofrecimiento, y cuando le
invité a que viniera a comer con nosotros en la curia me dijo que sin duda lo
hará.
Hubo total sintonía en nuestra manera de sentir acerca de
una variedad de temas que tocamos en la conversación, y quedé convencido de que
trabajaremos muy bien juntos, al servicio de la Iglesia y en nombre del
Evangelio.
Se dio un entendimiento mutuo con paz y humor hablando
del pasado, presente y futuro. Deje la Casa de Santa Marta persuadido de que el
Papa contará con gusto con nuestra colaboración al servicio de la viña del
Señor. Al final me ayudó a ponerme el abrigo y me acompañó a la puerta. Esto me
proporcionó unos cuando saludos de parte de los guardias suizos que allí
estaban. Un abrazo jesuítico, de nuevo, como modo natural de saludar y recibir
a un amigo."
P.Adolfo Nicolás, SJ
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