"Queridos hijos escucho sus voces. La mía es una
sola voz, pero resume la voz del mundo entero; de hecho hoy, todo el mundo está
representado aquí. Se diría que hasta la luna está contenta esta noche. Mírenla
cómo desde arriba observa este espectáculo, tan grande que la Basílica de San
Pedro, que ya tiene 4 siglos de historia no ha podido contemplar. Mi persona no
cuenta nada, es un hermano que os habla, convertido en padre por la voluntad de
nuestro señor, pero todo junto paternidad y fraternidad son gracia de Dios.
Hagamos honor a la impresión de esta noche y llevemonos por nuestros
sentimientos como ahora los seguimos delante del cielo y de la tierra. Fe,
esperanza, caridad, amor de Dios y amor a los hermanos y así ayudar todos a la
santa paz del señor, por la gloria de Dios y de los hombres de buena voluntad.
Al volver a sus casas encontrarán a sus niños. Denles una caricia a sus niños y
díganles: ‘ésta es la caricia del papa’. Quizás encuentren alguna lágrima para
enjugar. Digan para los que sufren una palabra de aliento. Sepan los afligidos
que el papa está con sus hijos, especialmente en las horas del dolor y de la
amargura."
Juan XXIII
11 octubre 1962
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