15 junio 2012

En el Corazón de Jesús


El corazón humano está habitado por la sed y el deseo. A la hora de buscar satisfacción se le presentan múltiples posibilidades, bien diferentes, que van desde el amor al odio. Al corazón humano le pertenece la capacidad de obturarse, de endurecerse, de ensoberbecerse, de encerrarse. En el corazón se aloja la ira, la soberbia, la lujuria, el sarcasmo, el egoísmo, la venganza, el rencor. Por eso, todo corazón humano ha de descubrir qué es aquello que verdaderamente colma su sed más profunda, sin engañarle, sin destruirle, sin tiranizarle. La gran pregunta de la vida humana radica en descubrir a quién o a qué merece la pena entregar el corazón, porque al hacerse su siervo y esclavo se alcanza la verdadera libertad; es decir, en descubrir quién o qué merece la pena que sea el auténtico señor de nuestro corazón, para adorarle y servirle con todo el corazón, logrando así paradójicamente la verdadera libertad en la verdad (cf. Jn 8,32).

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