Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Yo esperaba con ansia al Señor;
él se inclinó y escuchó
mi grito;
me puso en la boca un cántico nuevo,
un himno a nuestro Dios.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas y,
en cambio, me
abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: “Aquí
estoy”.
Como está escrito en mi libro,
“para hacer tu voluntad”.
Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en mis entrañas.
He proclamado tu salvación ante la gran asamblea;
no he
cerrado los labios. Señor, tú lo sabes.
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