Dios y Señor de la vida, de nuestra vida y de nuestra historia. Nos amas, nos amas y nos llamas sin cesar, con delicadeza y paciencia. Nos amas y nos llamas a seguir a Jesucristo, tu Hijo, nuestro buen Pastor, a quien nadie le quita la vida sino que nos la entrega por amor, misericordioso y fiel.
Gracias por la Eucaristía, que es fiesta de tu amor y de nuestra hermosa vocación. Gracias por enseñarnos tu modo de ser y vivir. Gracias por invitarnos a seguirte y a vivir como tú. Gracias porque no nos abandonas nunca. Gracias por los religiosos y religiosas, los sacerdotes, que son signos de tu presencia y de tu amor. Queremos ser fieles a ese don de tu amor, fieles a la vida y a nuestra hermosa vocación.
Queremos vivir dóciles a ti, Espíritu Santo, hijos del Padre y hermanos de la humanidad, construyendo día a día el reinado de paz, comunión y solidaridad. Sigue llamando a hermanas y hermanos nuestros, que vivan con alegría la consagración.
Ayúdanos a formar en su corazón, tu corazón de buen pastor, a estar cerca fraternalmente para que sepan ser como eres tú, buen Jesús y sepan decir con su vida, día a día: “Aquí estoy”, como lo vives tú. Amén.
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