01 abril 2012

Domingo de Ramos: seguir a Jesús


"La procesión de Ramos es —como sucedió en aquella ocasión a los discípulos— ante todo expresión de alegría, porque podemos conocer a Jesús, porque él nos concede ser sus amigos y porque nos ha dado la clave de la vida. Pero esta alegría del inicio es también expresión de nuestro "sí" a Jesús y de nuestra disponibilidad a ir con él a dondequiera que nos lleve. Por eso, la exhortación inicial de la liturgia de hoy interpreta muy bien la procesión también como representación simbólica de lo que llamamos "seguimiento de Cristo": "Pidamos la gracia de seguirlo", hemos dicho. La expresión "seguimiento de Cristo" es una descripción de toda la existencia cristiana en general. ¿En qué consiste? ¿Qué quiere decir en concreto "seguir a Cristo"? 

Al inicio, con los primeros discípulos, el sentido era muy sencillo e inmediato: significaba que estas personas habían decidido dejar su profesión, sus negocios, toda su vida, para ir con Jesús. Significaba emprender una nueva profesión: la de discípulo. El contenido fundamental de esta profesión era ir con el maestro, dejarse guiar totalmente por él. Así, el seguimiento era algo exterior y, al mismo tiempo, muy interior. El aspecto exterior era caminar detrás de Jesús en sus peregrinaciones por Palestina; el interior era la nueva orientación de la existencia, que ya no tenía sus puntos de referencia en los negocios, en el oficio que daba con qué vivir, en la voluntad personal, sino que se abandonaba totalmente a la voluntad de Otro. Estar a su disposición había llegado a ser ya una razón de vida. Eso implicaba renunciar a lo que era propio, desprenderse de sí mismo, como podemos comprobarlo de modo muy claro en algunas escenas de los evangelios. 

Pero esto también pone claramente de manifiesto qué significa para nosotros el seguimiento y cuál es su verdadera esencia: se trata de un cambio interior de la existencia. Me exige que ya no esté encerrado en mi yo, considerando mi autorrealización como la razón principal de mi vida. Requiere que me entregue libremente a Otro, por la verdad, por amor, por Dios que, en Jesucristo, me precede y me indica el camino. Se trata de la decisión fundamental de no considerar ya los beneficios y el lucro, la carrera y el éxito como fin último de mi vida, sino de reconocer como criterios auténticos la verdad y el amor. Se trata de la opción entre vivir sólo para mí mismo o entregarme por lo más grande."

Benedicto XVI

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