26 diciembre 2010

Dios ha venido a casa

“Dios ha venido a casa, desdiciéndose de su gloria. Ha pedido permiso al vientre de una niña sacudida por un decreto del César y se ha hecho uno de nosotros; un palestino de tantos en su calle sin número, semiartesano de toscos quehaceres, que ve pasar los romanos y los vencejos, que muere, después, de mala muerte matada, fuera de la ciudad. Ya sé que hace mucho que lo sabéis, que os lo dicen, que lo sabéis fríamente, porque os lo han dicho con palabras frías.

Yo quiero que lo sepáis de golpe, hoy, quizás por primera vez, absortos, desconcertados, libres de todo mito, libres de tantas mezquinas libertades.

Quiero que os lo diga el Espíritu, ¡como un hachazo en tronco vivo! Quiero que lo sintáis como una oleada de sangre en el corazón de la rutina, en medio de esta carrera de ruedas entrechocadas.Quiero que tropecéis con él como se tropieza con la puerta de Casa, retornados de la guerra bajo la mirada y el beso impaciente del Padre.

Quiero que Lo gritéis como un alarido de victoria por la guerra perdida, o como el alumbramiento sangrante de la esperanza en el lecho de vuestro tedio, noche adentro, apagada toda ciencia. Quiero que Lo encontréis, en un total abrazo, Compañero, Amor, Respuesta.

Podéis dudar de que haya venido a casa, si esperáis que os muestre la patente de los prodigios, si queréis que os sancione la desidia de la vida. Pero no podéis negar que se llama Jesús con patente de pobre. Y no podéis negarme que Lo estáis esperando con la loca carencia de vuestra vida repudiada, como se espera el aliento para salir de la asfixia cuando ya la muerte se enroscaba al cuello como una serpiente de preguntas. Se llama Jesús. Se llama como nos llamaríamos si fuéramos, de verdad, nosotros

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