12 septiembre 2010

Lo perdido

El Evangelio de este domingo nos presenta a una oveja, a una moneda y al hijo pequeño de un padre. En principio no parece que tengan mucho que ver y, sin embargo, los tres son potente imagen de una experiencia que, en ocasiones, nos habita: estar perdidos.

A veces, es una sensación. Otras, una evidencia que no te puedes quitar de encima. Lo malo es que cuando te sientes perdido te das cuenta que no sabes por dónde tirar, qué pasos dar o cómo hacer. Es una experiencia molesta, incómoda, agotadora. No sabes muy bien cómo has podido llegar. Poco importa.

Cuando te has sentido perdido se te ocurren varias posibilidades: tirar la toalla definitivamente y retroalimentar todo aquello que te mete más aun en ese pozo sin fondo del propio malestar, salir como sea y de la manera que sea, negar la evidencia, responsabilizar a los demás de tu situación, culpabilizarte por todo aquello que te ha traído hasta ahí, hacer de esta situación un modo de estar en la vida.

Sea como sea y sea cual sea tu experiencia de sentirte perdido, el Evangelio nos habla de un pastor, de una mujer y de un padre. Los tres tienen algo en común: los tres no se están quietos, se movilizan, toman algún tipo de decisión en favor de aquel que está perdido. Parece que hay alguien empeñado en que no nos pasemos el resto de nuestra vida perdidos.

No hay comentarios :

Publicar un comentario