09 enero 2010

Cuenta la historia...

p

El abad de un monasterio estaba muy preocupado porque, aunque eran muchos los que entraban en el noviciado, también eran muchos los que, pasado algún tiempo, lo dejaban. Irremediablemente, tras unos años, la práctica totalidad de quienes habían sido recibidos con tanta ilusión, marchaban aduciendo distintas razones. Eran muy pocos los que permanecían. Consciente de la situación, el abad, no se dejaba engañar cuando sus consejeros intentaban animarle señalándole cuantos eran los que llamaba a la puerta del monasterio.

Un día, mientras meditaba sobre sus inquietudes, vio una escena que le iluminó por completo: la caza del zorro. El pobre animal corría campo a través. Le perseguía una jauría de perros y, más atrás, a caballo, los cazadores. El zorro corría y corría y los perros, tras él, ladraban veloces intentado darle alcance.

Pero el abad observó que, al cabo de aquel gran alboroto, sólo un par de perros continuaban la carrera; los demás habían abandonado la persecución y se les veía, por aquí y por allá, descansando o entretenidos en otros olisqueos. Cuando por fin, hubo terminado la cacería, el abad se acercó a uno de los caballeros con esta solo, y para él trascendental pregunta: ¿por qué aquellos dos perros, cuando la mayoría había abandonado, siguieron al zorro hasta el final?

El cazador sonrió y, como sin necesitar mucha reflexión para explicar el motivo de una conducta a la que estaba más acostumbrado, le respondió: Mire, padre al principio todos los perros corren y ladran, pero la mayoría no ha visto al zorro, simplemente corren en medio del barullo. Hasta el final solo llegan los que si han visto al zorro


No hay comentarios :

Publicar un comentario