Señor, Maestro y Compañero, Jesús de Nazaret. Hijo de Dios e hijo de María: ¡escúchanos! Tú que llamaste a los Doce, en la hora primera de la Iglesia y nos enseñaste a pedir brazos para la mies que es mucha.
Tú, que vienes llamando a tantos y tantas, siglo tras siglo, en el día a día de la fidelidad, para la aventura total del Evangelio, en la causa del Reino del Padre.
Tú, que nos vienes sustentando con tu Espíritu y con tu Eucaristía, en el despojamiento y en el celibato, en las bienaventuranzas y en la cruz, para el servicio y la contemplación, para la misión y el martirio.
Tú, que eres el Resucitado, vencedor de todas las muertes, nuestra Pascua verdadera: ¡escúchanos!
Que no se diga que ya no tienes palabras de vida eterna. Que no se diga que ya no vale la pena perder por Ti la vida. ¡Escúchanos y llama! ¡Convócanos, Jesús!
Queremos seguirte. Podemos beber tu cáliz. Proseguiremos tu misión de anunciar la Buena Nueva a los pobres, de liberar a los cautivos, de abrir los ojos a los ciegos, de proclamar para todos el Tiempo Nuevo de Gracia.
Como el Padre te envío, ¡envíanos! A gloria del propio Padre y en la comunión del Espíritu, para la salvación del mundo
Tú, que vienes llamando a tantos y tantas, siglo tras siglo, en el día a día de la fidelidad, para la aventura total del Evangelio, en la causa del Reino del Padre.
Tú, que nos vienes sustentando con tu Espíritu y con tu Eucaristía, en el despojamiento y en el celibato, en las bienaventuranzas y en la cruz, para el servicio y la contemplación, para la misión y el martirio.
Tú, que eres el Resucitado, vencedor de todas las muertes, nuestra Pascua verdadera: ¡escúchanos!
Que no se diga que ya no tienes palabras de vida eterna. Que no se diga que ya no vale la pena perder por Ti la vida. ¡Escúchanos y llama! ¡Convócanos, Jesús!
Queremos seguirte. Podemos beber tu cáliz. Proseguiremos tu misión de anunciar la Buena Nueva a los pobres, de liberar a los cautivos, de abrir los ojos a los ciegos, de proclamar para todos el Tiempo Nuevo de Gracia.
Como el Padre te envío, ¡envíanos! A gloria del propio Padre y en la comunión del Espíritu, para la salvación del mundo
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