Quizá habríamos conseguido en nuestra vida una coexistencia pacífica con él. Quizá habríamos llegado a creer que estábamos más o menos en regla con él. Y preveíamos una vida tranquila y feliz y de repente todas esas previsiones se desbaratan y Dios nos pide algo que no nos esperábamos. Es como el anuncio de un niño no deseado.
¿Por qué entrar en nuevas incertidumbres y ansiedades? ¿Por qué salir de nuestra tierra ya conocida y acostumbrada sin saber dónde quiere llevarnos Dios?
Nuestro deseo secreto puede ser que el hombre y la mujer que soy permanezca así en su presencia. Ese hombre, esta mujer representa un status, una situación bien definida, un conjunto de cosas en las que me he instalado, una relación con Dios que me parece suficientemente buena.
¿Qué más hay que desear? ¿A qué más allá hay que ir? El amor sin límites hace irrupción en nuestra vida, viene a perturbar lo que existe, remueve lo que creíamos estable, abre nuevos horizontes en lo que nunca habíamos pensado.
Si rehusamos quizá no ocurra aparentemente nada, pero el amor quedará fijado de una manera relativa y limitada, será un rechazo al amor absoluto y a sus audacias, será una laguna pantanosa y no un lugar en alta mar.
Señor del amor sin límites, rompe tu mismo las amarras que nos retienen. Ya no volveré más a ti, ribera que me era familiar. Señor del amor sin límites, que viven de ti el hombre y la mujer que serán. Amén.
No hay comentarios :
Publicar un comentario