En el comienzo la vocación siempre es un descubrimiento. Una presencia ignorada se hace presente en la vida a partir de una multitud de ocasiones diferentes: una suma de coincidencia que no parecen tener explicación, una atracción súbita hacia la gratuidad y la desproporción, un estremecimiento casi sensorial ante un suceso que parece fortuito, pero que se descubre como especialmente sucedido para uno mismo.
Entendámonos bien: no es sino una sacudida, un golpe imprevisto, una reacción desmesurada, algo que rompe la rutina y nos hace detener el ritmo de la vida. Así es la vocación: se produce en un lugar del corazón con la imperiosa y súbita presencia del Ignorado. Más aún, en sus comienzos, lo normal es que persista la indeterminación, lo borroso de la presencia, las fronteras difusas del encuentro. Por eso se hace tan necesario el primer acompañamiento.
Xavier Quinzá, sj
Modular deseos, vertebrar sujetos
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