30 julio 2009

Ignacio de Loyola y Francisco Javier (1)

Es conocida la anécdota de Ignacio de Loyola siendo estudiante en la Sorbona. Estamos en 1528 y recién llegado a París se instala en el Colegio de Monteagudo para terminar su licenciatura en Artes iniciada en Alcalá y Salamanca y poder comenzar los estudios de Teología.
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Pero Ignacio de Loyola es pobre de solemnidad y se ve obligado a viajar a Flandes durante ese verano para pedir ayuda a los comerciantes españoles. A su regreso a París deja el Colegio de Monteagudo y se instala en el Colegio de santa Bárbara donde compartirá habitación con un joven saboyano llamado Pedro Fabro que le ayudará en sus estudios.
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La misma habitación debió ser compartida con un tercer estudiante, éste de origen navarro, Francisco Javier que había ido a París para obtener los títulos necesarios que le permitieran conseguir una canonjía en Pamplona. Ignacio de Loyola no dudó en proceder de un modo extraño con Francisco Javier repitiéndole permanentemente la misma pregunta, ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si echa a perder su vida?
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Nos podemos imaginar que la respuesta no fue, evidentemente, el entusiasmo y el apasionamiento del joven navarro sino el rechazo frontal y la resistencia sin cuartel. Si quería ganarse a Francisco Javier no parece que esta fuera la forma más adecuada y, sin embargo, no se apeó de ahí. Insistía una y otra vez con la misma pregunta. ¿Por qué este modo de proceder? ¿Por qué no empezar despertando grandes deseos en Francisco Javier? ¿Por qué no entusiasmarlo ante un horizonte plagado de ideales?

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