02 junio 2009

Meditación sobre el Corazón de Jesús (1)

¿Cómo entender hoy la “devoción al Sagrado Corazón de Jesús? ¿Sigue siendo un lenguaje válido para el cristiano del siglo XXI? ¿Qué hay de forma y qué hay de fondo? o ¿cómo ir más allá de ciertas imágenes y formulaciones que remiten a teologías de épocas pasadas? 1. Un corazón ofrecido, entregado, disponible por completo al Padre.

2. Un corazón humano que ama como nunca nadie ha amado.

3. Un corazón humano que quiere ser amado

4. Un corazón que siente el dolor de los pobres y desea reparación.
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Desarrollemos estas dimensiones:
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1. Un corazón ofrecido, entregado, disponible por completo al Padre. Tal vez la disposición más característica del Corazón de Jesús es su actitud de amorosa ofrenda al Padre. Está del todo disponible para cumplir la voluntad del Padre, está ofrecido en oblación de amor para salvación de toda la humanidad. Su actitud fundamental es de generosa entrega, de auto donación, en amor a su Padre y a sus hermanos. No hay en él asomo de mezquindad, de egoísmo, de estar centrado en si mismo. Es el hombre para los demás, al servicio de la misión que el Padre le encomienda. Un corazón que muere a su propio querer, un corazón kenótico (= anonadado), humilde, obediente, a la vez que valiente y amante.
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Cuando Pablo invita a los Filipenses a tener los mismos sentimientos de Cristo y luego desarrolla el bello himno cristológico (2,5-11), nos invita a este tipo de identificación con Cristo. Nos propone unirnos al sentimiento de amorosa entrega de Jesús.
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La mejor expresión de su auto donación y el retrato máximo de su Corazón entregado lo encontramos en la imagen del costado abierto del Crucificado, del cual brotó sangre y agua (Jn 19,34).
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“La contemplación del ‘costado traspasado por la lanza’, en la que resplandece la voluntad de salvación sin confines por parte de Dios, no puede ser considerada por tanto como una forma pasajera de culto o devoción: la adoración del amor de Dios, que ha encontrado en el símbolo del ‘corazón traspasado’ su expresión histórico-devocional, sigue siendo imprescindible para una relación viva con Dios.” (Benedicto XVI, carta del 15 de mayo de 2006)
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Jesús anticipó y expresó de manera inesperada esta entrega de su Corazón en los gestos y palabras de la Última Cena. “Tomen y coman todos de él, esto es mi cuerpo, entregado por ustedes.” (…) “Esta es mi sangre, sangre de la Alianza nueva y eterna, derramada por ustedes…” Esa noche Jesús dejó instituido como signo y sacramento el impulso de amor permanente de su Corazón entregado por nosotros. Aceptaba, por amor, la dolorosa e injusta muerte que le era impuesta. Aceptaba dar la vida por los suyos, demostrando el amor más grande.
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Jesús me invita a asociar mi corazón al suyo, haciendo mío su querer y su sentir. Esa es la actitud interior fundamental que nos propone vivir el Ofrecimiento diario del Apostolado de la Oración y del MEJ. Entregar la vida para la misión, ofrecer de corazón mi día y mis obras para el servicio del Reino. Es vivir la espiritualidad eucarística, “por Cristo, con Él y en Él”, Cristo ofrecido en la Eucaristía y nosotros con Él.
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Texto de Claudio Barriga, sj

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