Cuanto más siento tu grandeza inaccesible, siento más mi pequeñez y mi nada, pero al ahondar más y más en el abismo de esa nada, te encuentro en el fondo mismo de mi ser: intimior intimo meo, amándome, creándome para que no me reduzca a la nada, trabajando por mí, para mí, conmigo, en una comunión misteriosa de amor.
Como hijo de Ignacio y teniendo que cumplir con la misma vocación, para la que Tú me elegiste, te pido algo de aquella luz "insólita"…para poder comprender el carisma de Ignacio, para poder aceptarlo y vivirlo como se debe en este momento histórico de tu Compañía.
Haz que vayamos descubriendo los tesoros de tu misterio, que nos ayude para avanzar sin errar por el camino de
Como Ignacio, hinco mis rodillas para darte gracias por esta vocación trinitaria tan sublime de la Compañía, como también San Pablo doblaba sus rodillas ante el Padre, suplicándote que concedas a toda la Compañía que arraigada y cimentada en el amor pueda comprender con todos los Santos cuál es la anchura, la longitud, la altura y profundidad... y me vaya llenando hasta la total plenitud de Ti, Trinidad Santísima. (Pedro Arrupe, sj)
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