El Hermano Vicente era un excelente cocinero, sensible enfermero, buen mecánico, avezado pescador, hábil cazador y, en los últimos años, perito dentista... Un hombre fuera de lo común; hombre de frontera que se vio abocado a hacer decisiones arriesgadas. Vicente nunca dejó de ser un hombre libre y auténtico. Radical sin estar radicalizado, mantuvo sus opiniones fundamentales frente a cualquier autoridad humana. La responsabilidad que había asumido con el pueblo Enawene-Nawe exigía fuerza y constancia si quería permanecer en el rumbo iniciado. En la frontera cultural y religiosa en la que vivía, Vicente se había pasado con armas y bagaje a los Enawene-Nawe. No llevaba una doble vida como tampoco vestía dos camisas. La práctica de la religiosidad indígena era su fe cristiana. No lo explicaba sino que lo vivía con mucha tranquilidad y sin ningún escrúpulo de conciencia…: No es cómodo tener por compañero de vida y vocación a un mártir; menos aún, un mártir como Vicente. Su recuerdo abrasa por dentro y exige mucho. Es una gracia de Dios.
( Semblanza redactada por su compañero jesuita Bartolomé Meliá, de la provincia de Paraguay )
No hay comentarios :
Publicar un comentario