19 noviembre 2008

Testimonios del noviciado (V)

Aquí os incluimos una nueva entrega de los testimonios del noviciado.
En esta ocasión se trata de una pequeña historia sobre la experiencia de peregrinación.

Estábamos cansados. Llevábamos cinco horas caminando. La lluvia, el viento y el frío habían sido nuestros incondicionales amigos ese día. Mientras bajábamos ese puerto de montaña veíamos el pueblo, que parecía no querer que llegáramos.
Nos sentamos en un parque y callamos un rato, no queríamos pensar. La mañana había sido dura y aún nos quedaban unos cuantos días hasta llegar a casa. Era la hora de comer y no teníamos nada, salvo mucha hambre. Me levanté para ir a buscar comida.

Esta experiencia no era fácil: no era un juego, era un enamoramiento del Señor y un comprender por qué son sus preferidos los que lo son. No era más que eso.

Llamé a una casa y pedí comida; la mujer se puso manos a la obra, el hombre me miró ceñudo, esperó conmigo a la puerta de la casa. Me miraba y si decía algo no era para dar ánimos. Yo bajé la mirada, estaba avergonzado quería gritar “Ud. no lo entiende” y susurrar “yo tampoco, pero sé que lo entenderé”. Desde luego lo entendí. Lo sabía, no estábamos solos.
Volví con el pan y el chorizo y con un peso enorme: de la que me iba oí reñir al hombre, no pude captar lo que le decía a su mujer, pero desde luego nada positivo. Me encantaría saber cuál fue la respuesta de la mujer…
Comimos en silencio, en ese momento vi salir a la mujer de casa, iba a echar la basura. Evité mirar, no quería causar más problemas, pero miré y en ese momento descubrí, al ver su saludo, que ella estaba convencida de que hizo lo correcto y sonrió para que lo viera. Y me sonreí.
Se encontró con una amiga y le debió contar lo que pasó. Se despidieron y se separaron: una para casa, la otra dobló la esquina. Al cabo de un rato apareció de nuevo con una bolsa. Entró en su casa y al rato la vi salir; con otra bolsa. Se acercaba…

"Mi amiga me dijo que andabais buscando comida. No tenéis ¿verdad? Mirad, no quiero meterme donde nadie me llama, pero os fui a comprar algo para el postre."

No recuerdo mi cara, sí que me emocioné y creo que con eso fue suficiente para que la mujer dejara la bolsa y se fuera.
No recuerdo su nombre, pero sí recuerdo su mirada.
Era una locura; estábamos en el lado de los preferidos del Señor.

1 comentario :

  1. Siempre hay mujeres mas generosas, como en el Evangelio, abundan mas que los hombres a la hora de socorrer, por lo menos a mi me lo parece...

    No es un comentario feminista eh?

    ResponderEliminar