15 noviembre 2008

Me voy hundiendo en tu mar
como una esponja de corteza seca
por el saqueo del sol y del camino.
De mí van saliendo por los poros
burbujas inquietas en su huida,
seductoras en su brillo y su rumor,
vacías al estallar en la superficie,
pura apariencia iluminada.
Y yo más libre de tanto brillo vano,
purificados mis rincones escondidos,
me voy llenando de verdad.
Tu agua me busca y me revive.
Me llama lo más hondo del océano
con voz de horizonte sumergido.
Al bajar mis días hasta el fondo
lejos del vaivén de olas obsesivas,
andar de oscuridad y de silencio
empapa mi soledad creciente.
Y es más agradecida la paz que me regalas.
El pensamiento se extingue solo
y enmudece imposible la palabra.
Ni esclavo ni ladrón,
sin nervios tensos como rejas,
ni susto hijo del miedo,
ni prisa con sangre de avaricia,
recogidos todos mis sueños y sospechas,
voy dejándome perder
en esta oscura certeza sosegada.
No sé cómo se incuba mi palabra
en este abismo de silencio.
No sé cómo brota tanta vida
de esta muerte en que todo se detiene.
No sé cómo mi yo sale más firme
de este abandono en que me pierdo.
No sé cómo te siento más cercano
cuanto más me hundo en tu misterio.
¿Existirá otro no saber tan luminoso?

Benjamín González Buelta sj

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