23 agosto 2008

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Los Evangelios conservan el recuerdo de Jesús orante. Se apartaba del grupo, se adentraba en la noche y en el corazón del Padre.

"Abba, tú has sido siempre mi Pastor, nunca me ha faltado nada. En prados de fresca hierba me has hecho recostar, me has conducido hacia fuentes tranquilas y has reparado siempre mis fuerzas.

Me has guiado por el camino que querías para mí y, estando a mi lado, has hecho honor a tu nombre de Abba. Sé que ha llegado la hora de atravesar un valle de tinieblas, pero no tengo miedo porque tú vas conmigo, y confío en que tu vara y tu cayado seguirán sosteniéndome

Ahora quiero poner en tus manos a este pequeño rebaño que me has confiado y, aunque se dispersen en medio de la niebla, dales la seguridad de que yo me pondré de nuevo delante de ellos e iré delante de ellos a Galilea, la Galilea en que comenzó todo para nosotros.

Tú has querido que yo sea para ellos el pan y el vino que tú preparas para saciar su hambre y su sed, y si me voy junto a Ti, Padre, es para preparar la mesa, para disponer los perfumes con que ungir su cabeza y la copa rebosante del banquete de tu reino. Y en ese camino hacia tu casa, seguiré siendo para ellos pastor, como tú lo has sido para mí, para que tu bondad y tu gracia los acompañen todos los días de su peregrinación, hasta que lleguen a habitar en tu casa por años sin término."

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