29 julio 2008

Nos pusiste, Señor, en esta tierra como luz, como hoguera abrasadora, a nosotros que apenas mantenemos encendida la fe en nuestras almas. Nos dejaste, Señor, como testigos, como anuncio brillante entre las gentes, a nosotros, tus amigos vacilantes. No te oirán si nosotros nos callamos, si tus hijos te apartan de sus labios.

No verán el fulgor de tu presencia si tus fieles te ocultan con sus obras. ¡Ay de aquel que no siembre a manos llenas, el que guarda en su pecho tus regalos, el que deja a los ciegos con su noche y no da de comer a los hambrientos! ¡Ay de aquel que no grita tu Evangelio, el que calla detrás de sus temores, los que buscan tan solo los negocios olvidando dar vida a tu mensaje!

Fortalece, Señor, nuestra flaqueza. Que tus siervos anuncien tu Palabra. Que resuene tu voz en nuestra boca. Que tu luz resplandezca en nuestras vidas. Tú serás fortaleza de tu pueblo, la victoria del hombre desvalido, con tu ayuda serán irresistibles tus testigos dispersos por la tierra.

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