Tras el intento frustrado de permanecer en la Tierra de Jesús, Ignacio de Loyola regresa a Venecia. Como se dice en el capítulo quinto: "Después que el dicho peregrino entendió que era voluntad de Dios que no estuviese en Hierusalem, siempre vino consigo pensando quid agendum, y al fin se inclinaba más a estudiar algún tiempo para poder ayudar a las ánimas, y se determinaba ir a Barcelona"
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