
Mis tesoros… Helos aquí: personas… lugares… ocupaciones… cosas… experiencias del pasado…esperanzas y sueños del futuro…
Tomo cada uno de estos tesoros, le digo unas palabras y lo pongo en presencia del Señor…
Al final me quedo solo ante el Señor. A él le doy mi corazón, diciendo: “Tú, Señor, eres mi vida. Tú eres mi destino”.
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