08 mayo 2008

Manda tu luz desde el cielo

Espíritu de Amor eterno, que procedes del Padre y del Hijo, te damos gracias por todas las vocaciones que han fecundado la Iglesia. Continúa, todavía, te rogamos, esta tu obra.

Acuérdate de cuando, en Pentecostés, descendiste sobre los Apóstoles reunidos en oración con María, la madre de Jesús, y mira a tu Iglesia que tiene hoy una particular necesidad de sacerdotes; tiene necesidad de consagrados y consagradas, que manifiesten el gozo de quien vive sólo para el Padre, de quien hace propia la misión y el ofrecimiento de Cristo, de quien construye con el amor el mundo nuevo.

Espíritu Santo, Manantial de gozo y de paz, eres tú quien abre el corazón y la mente a la divina llamada; eres tú quien hace eficaz cada impulso al bien, a la verdad, al amor. Tus 'gemidos inenarrables' suben al Padre desde el corazón de la Iglesia, que sufre y lucha por el Evangelio.

Abre los corazones y las mentes de los jóvenes, para que nuevas vocaciones manifiesten la constancia de tu amor, y todos puedan conocer a Cristo, luz verdadera del mundo, para ofrecer a cada ser humano la segura esperanza de la vida eterna. Amén.

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