13 febrero 2008

Reflexiones del P.General

“La Compañía de Jesús se podría decir que nació en el desierto como Israel. La convalecencia de Loyola, las tribulaciones de Manresa, el itinerario espiritual de muchos jesuitas a través de los Ejercicios, son experiencias de desierto porque el desierto es desmesura y despojo, pobreza y confianza en Dios, esperanza y horizonte abierto, peregrinación y lucha contra el mal y consigo mismo. Allí se dió un encuentro con Dios. Pero la Compañía nació para vivir en la ciudad: “os seré propicio en Roma”. Y todos sabemos que la ciudad es lo contrario del desierto. Desde Henok, la ciudad de Caín, hasta la gran pecadora del Apocalipsis: es decir, autosufiencia, soberbia, seguridad, limitación de horizonte, instalación, lucha entre hermanos... Ignacio entró en la ciudad con sus compañeros. No fue una decisión fácil ni mucho menos. Ignacio no quería perder el desierto que llevaba dentro. Por eso, no entró hasta que pudo hacerlo siguiendo a Cristo con la Cruz a cuestas. Y Cristo murió en las afueras de la ciudad, esa zona desmilitarizada, zona de gracia, entre el desierto y la ciudad, que se alza entre ambas..."

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